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domingo, 21 de febrero de 2010

Sí podemos

Los 34 países de la Cumbre de Río estudiarán mañana la posibilidad de crear un órgano regional unificado

Los encuentros bilaterales entre presidentes marcarán la reunión

MÉXICO DF, 21 Feb. (EUROPA PRESS) -

Los 34 países de América Latina y del Caribe que asistirán a la Cumbre de Río, que arrancará este lunes en la ciudad mexicana de Cancún y que se extenderá hasta el martes, estudiarán la posibilidad de crear un organismo regional unificado que sirva de plataforma para el hemisferio sur del continente e intentarán emitir una resolución conjunta acerca de la disputa territorial de las Malvinas, de la normalización de relaciones con Honduras y de la ayuda a Haití.

Tras el trabajo realizado durante este fin de semana por los ministros de exteriores de los países invitados a la cita para la elaboración de borradores los presidentes se reunirán lunes y martes para discutir el contenido de estos documentos y emitir una declaración conjunta sobre los temas que centrarán la agenda.

Uno de los grandes retos de la reunión es alcanzar un acuerdo para la creación de un mecanismo regional en el que quedarían agrupados todos los países del hemisferio sur del continente americano "para ir en forma coordinada y con propuestas consensuadas regionalmente", según indicó el subsecretario para América Latina y el Caribe del Ministerio de Exteriores de México, Salvador Beltrán del Río.

Esta propuesta podría articularse a través de un nuevo órgano de integración regional que funcione como una entidad representativa de todo América Latina y el Caribe en los foros internacionales. Según la titular de Exteriores mexicana, Patricia Espinosa, esta institución podría constituirse como un mecanismo alternativo a la Organización de Estados Americanos (OEA) y sustituto del llamado Grupo de Río.

APOYO A ARGENTINA

Uno de los temas que centrará la agenda de los presidentes será la disputa territorial de las Islas Malvinas entre Argentina y Reino Unido que ha aflorado de nuevo después de que Londres anunciara su intención de iniciar una exploración en una amplia zona marítima perteneciente al archipiélago y en la que se estima que existen importantes reservas de gas y petróleo, en este último caso cercana a los 60.000 millones de barriles.

Los mandatarios procurarán emitir una resolución conjunta en apoyo de la postura argentina que el pasado jueves calificó de "agresión unilateral" las actividades iniciadas por las petroleras británicas e instó a las autoridades del país europeo a sentarse a la mesa de negociaciones para poner fin a la escalada diplomática desatada entre ambos países.

"Lo que estamos negociando es un proyecto de declaración, que todavía no se ha finiquitado, en la que los países del Grupo de Río llamarían nuevamente a una negociación directa, justa, sobre las islas Malvinas", declaró a la agencia ecuatoriana ANDES, el viceministro ecuatoriano, Lautaro Pozo.

RELACIONES CON HONDURAS

Los países centroamericanos solicitarán al resto de participantes en la cumbre que se normalicen las relaciones con Honduras rotas tras el golpe de Estado del pasado 28 de junio que derrocó al ex presidente Manuel Zelaya e instauró un régimen 'de facto' liderado por Roberto Micheletti al que pusieron fin las elecciones del 29 de noviembre en las que resultó elegido como nuevo mandatario Porfirio Lobo cuyo Gobierno aún no ha sido reconocido por varios países.

Los estados del centro del hemisferio presionarán en la reunión para que los asistentes reconozcan definitivamente al Gobierno de Lobo después de que ya lo hicieran Estados Unidos, la Unión Europea (UE) y el Banco Mundial (BM).

Honduras no acudirá a la cumbre del Grupo de Río porque, según informó México como país anfitrión, la invitación no fue cursada para seguir el criterio de la OEA que expulsó el país centroamericano de la organización tras el golpe de Estado y que no ha reconocido al nuevo Ejecutivo.

AYUDA A HAITÍ

Los países asistentes al encuentro tratarán de articular un mecanismo concreto para canalizar la ayuda del subcontinente a Haití después de que el pasado 12 de enero un terremoto de 7,3 grados en la escala de Richter devastara la isla y acabara con la vida de más de 200.000 haitianos.

El objetivo es que la ayuda humanitaria enviada por los países iberoamericanos llegue con la mayor celeridad y de la forma más directa a los miles de damnificados por el seísmo. Para ello se basarán en las alternativas aprobadas la semana pasada en la reunión de la Unión de Naciones Sudamericanas (UNASUR) en Quito.

Con esta intención el presidente haitiano, René Préval, se reunirá este domingo con sus homólogos de México y la Comunidad del Caribe (Caricom).

ENCUENTROS BILATERALES

Más allá de las cuestiones que centrarán las discusiones de los presidentes regionales los encuentros bilaterales que mantendrán éstos de forma paralela a la cumbre serán el otro eje de una cita de la que se espera que se alcancen soluciones a los conflictos interestatales que mantienen países como Ecuador, Colombia, Venezuela, Perú y Chile.

El presidente de Colombia, Álvaro Uribe, y su homólogo ecuatoriano, Rafael Correa, mantendrán un encuentro el lunes para zanjar su crisis diplomática después de que Bogotá bombardeara un campamento de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) en territorio ecuatoriano, Según informó el ministro de Exteriores del país andino, Ricardo Patiño.

Ambos mandatario podrían aprovechar la entrevista para designar a sus respectivos embajadores en el otro país después de que sus representantes diplomáticos abandonaran sus sedes en Quito y Bogotá en marzo de 2008 después de la operación militar en un asentamiento de la guerrilla en Ecuador en el que murieron 25 personas, entre ellos el número dos de la banda armada, Raúl Reyes.

Otro de los encuentros más esperados es el de Uribe con el mandatario venezolano, Hugo Chávez, cuyas relaciones no pasan por su mejor momento desde la firma de un acuerdo bilateral entre Bogotá y Washington que permitirá a ésta desplegar 800 militares y 600 contratistas civiles en siete bases colombianas.

Chávez indicó que este acuerdo amenaza la paz y la seguridad de la región al considerar que el objetivo real de Estados Unidos es utilizar a Colombia como plataforma para derrocar a los gobiernos bolivarianos e invadir el subcontinente.

Asimismo, se espera que el presidente peruano, Álan García, y la mandataria en funciones de Chile, Michelle Bachelet, estrechen sus lazos después de que Lima acusara a Santiago de realizar operaciones de espionaje para obtener información sensible en materia de seguridad.

En esta cumbre del Grupo de Río se estrenarán la recién elegida presidenta de Costa Rica, Laura Chinchilla y el mandatario electo de Chile, Sebastián Piñera, que acudirá a la cita invitado por su antecesora en el cargo ya que no podrá ejercer como presidente hasta el próximo 11 de marzo cuando se celebre la ceremonia de investidura.

martes, 5 de enero de 2010

Carta de Jamaica

Me permito poner aquí la carta más bella escrita jamás.


Muy señor mío: Me apresuro a contestar la carta de 29 del mes pasado que usted me hizo el honor de dirigirme, y yo recibí con la mayor satisfacción.

Sensible como debo, al interés que usted ha querido tomar por la suerte de mi patria, afligiéndose con ella por los tormentos que padece, desde su descubrimiento hasta estos últimos períodos, por parte de sus destructores los españoles, no siento menos el comprometimiento en que me ponen las solícitas demandas que usted me hace, sobre los objetos más importantes de la política americana. Así, me encuentro en un conflicto, entre el deseo de corresponder a la confianza con que usted me favorece, y el impedimento de satisfacerle, tanto por la falta de documentos y de libros, cuanto por los limitados conocimientos que poseo de un país tan inmenso, variado y desconocido como el Nuevo Mundo.

En mi opinión es imposible responder a las preguntas con que usted me ha honrado. El mismo barón de Humboldt, con su universalidad de conocimientos teóricos y prácticos, apenas lo haría con exactitud, porque aunque una parte de la estadística y revolución de América es conocida, me atrevo a asegurar que la mayor está cubierta de tinieblas y, por consecuencia, sólo se pueden ofrecer conjeturas más o menos aproximadas, sobre todo en lo relativo a la suerte futura, y a los verdaderos proyectos de los americanos; pues cuantas combinaciones suministra la historia de las naciones, de otras tantas es susceptible la nuestra por sus posiciones físicas, por las vicisitudes de la guerra, y por los cálculos de la política.

Como me conceptúo obligado a prestar atención a la apreciable carta de usted, no menos que a sus filantrópicas miras, me animo a dirigir estas líneas, en las cuales ciertamente no hallará usted las ideas luminosas que desea, mas sí las ingenuas expresiones de mis pensamientos.

«Tres siglos ha —dice usted— que empezaron las barbaridades que los españoles cometieron en el grande hemisferio de Colón». Barbaridades que la presente edad ha rechazado como fabulosas, porque parecen superiores a la perversidad humana; y jamás serían creídas por los críticos modernos, si constantes y repetidos documentos no testificasen estas infaustas verdades. El filantrópico obispo de Chiapa, el apóstol de la América, Las Casas, ha dejado a la posteridad una breve relación de ellas, extractada de las sumarias que siguieron en Sevilla a los conquistadores, con el testimonio de cuantas personas respetables había entonces en el Nuevo Mundo, y con los procesos mismos que los tiranos se hicieron entre sí: como consta por los más sublimes historiadores de aquel tiempo. Todos los imparciales han hecho justicia al celo, verdad y virtudes de aquel amigo de la humanidad, que con tanto fervor y firmeza denunció ante su gobierno y contemporáneos los actos más horrorosos de un frenesí sanguinario.

Con cuánta emoción de gratitud leo el pasaje de la carta de usted en que me dice «que espera que los sucesos que siguieron entonces a las armas españolas, acompañen ahora a las de sus contrarios, los muy oprimidos americanos meridionales». Yo tomo esta esperanza por una predicción, si la justicia decide las contiendas de los hombres. El suceso coronará nuestros esfuerzos; porque el destino de América se ha fijado irrevocablemente: el lazo que la unía a España está cortado: la opinión era toda su fuerza; por ella se estrechaban mutuamente las partes de aquella in mensa monarquía; lo que antes las enlazaba ya las divide; más grande es el odio que nos ha inspirado la Península que el mar que nos separa de ella; menos difícil es unir los dos continentes, que reconciliar los espíritus de ambos países. El hábito a la obediencia; un comercio de intereses, de luces, de religión; una recíproca benevolencia; una tierna solicitud por la cuna y la gloria de nuestros padres; en fin, todo lo que formaba nuestra esperanza nos venía de España. De aquí nacía un principio de adhesión que parecía eterno; no obstante que la inconducta de nuestros dominadores relajaba esta simpatía; o, por mejor decir, este apego forzado por el imperio de la dominación. Al presente sucede lo contrario; la muerte, el deshonor, cuanto es nocivo, nos amenaza y tememos: todo lo sufrimos de esa desnaturalizada madrastra. El velo se ha rasgado y hemos visto la luz y se nos quiere volver a las tinieblas: se han roto las cadenas; ya hemos sido libres, y nuestros enemigos pretenden de nuevo esclavizarnos. Por lo tanto, América combate con despecho; y rara vez la desesperación no ha arrastrado tras sí la victoria.

Porque los sucesos hayan sido parciales y alternados, no debemos desconfiar de la fortuna. En unas partes triunfan los in dependientes, mientras que los tiranos en lugares diferentes, obtienen sus ventajas, y ¿cuál es el resultado final? ¿No está el Nuevo Mundo entero, conmovido y armado para su defensa? Echemos una ojeada y observaremos una lucha simultánea en la misma extensión de este hemisferio.

El belicoso estado de las provincias del Río de la Plata ha purgado su territorio y conducido sus armas vencedoras al Alto Perú, conmoviendo a Arequipa, e inquietado a los realistas de Lima. Cerca de un millón de habitantes disfruta allí de su libertad.

El reino de Chile, poblado de ochocientas mil almas, está lidian do contra sus enemigos que pretenden dominarlo; pero en vano, porque los que antes pusieron un término a sus conquistas, los indómitos y libres araucanos, son sus vecinos y compatriotas; y su ejemplo sublime es suficiente para probarles, que el pueblo que ama su independencia, por fin la logra.

El virreinato del Perú, cuya población asciende a millón y medio de habitantes, es, sin duda, el más sumiso y al que más sacrificios se le han arrancado para la causa del rey, y bien que sean vanas las relaciones concernientes a aquella porción de América, es indubitable que ni está tranquila, ni es capaz de oponerse al torrente que amenaza a las más de sus provincias.

La Nueva Granada que es, por decirlo así, el corazón de la América, obedece a un gobierno general, exceptuando el reino de Quito que con la mayor dificultad contienen sus enemigos, por ser fuertemente adicto a la causa de su patria; y las provincias de Panamá y Santa Marta que sufren, no sin dolor, la tiranía de sus señores. Dos millones y medio de habitantes están esparcidos en aquel territorio que actualmente defienden contra el ejército español bajo el general Morillo, que es verosímil sucumba delante de la inexpugnable plaza de Cartagena. Mas si la tomare será a costa de grandes pérdidas, y desde luego carecerá de fuerzas bastantes para subyugar a los morigeros y bravos moradores del interior.

En cuanto a la heroica y desdichada Venezuela sus acontecimientos han sido tan rápidos y sus devastaciones tales, que casi la han reducido a una absoluta indigencia a una soledad espantosa; no obstante que era uno de los más bellos países de cuantos hacían el orgullo de América. Sus tiranos gobiernan un desierto, y sólo oprimen a tristes restos que, escapados de la muerte, alimentan una precaria existencia; algunas mujeres, niños y ancianos son los que quedan. Los más de los hombres han perecido por no ser esclavos, y los que viven, combaten con furor, en los campos y en los pueblos internos hasta expirar o arrojar al mar a los que insaciables de sangre y de crímenes, rivalizan con los primeros monstruos que hicieron desaparecer de la América a su raza primitiva. Cerca de un millón de habitantes se contaba en Venezuela y sin exageración se puede conjeturar que una cuarta parte ha sido sacrificada por la tierra, la espada, el hambre, la peste, las peregrinaciones; excepto el terremoto, todos resultados de la guerra.

En Nueva España había en 1808, según nos refiere el barón de Humboldt, siete millones ochocientas mil almas con inclusión de Guatemala. Desde aquella época, la insurrección que ha agitado a casi todas sus provincias, ha hecho disminuir sensiblemente aquel cómputo que parece exacto; pues más de un millón de hombres han perecido, como lo podrá usted ver en la exposición de Mr. Walton que describe con fidelidad los sanguinarios crímenes cometidos en aquel opulento imperio. Allí la lucha se mantiene a fuerza de sacrificios humanos y de todas especies, pues nada ahorran los españoles con tal que logren someter a los que han tenido la desgracia de nacer en este suelo, que parece destinado a empaparse con la sangre de sus hijos. A pesar de todo, los mejicanos serán libres, porque han abrazado el partido de la patria, con la resolución de vengar a sus pasados, o seguirlos al sepulcro. Ya ellos dicen con Reynal: llegó el tiempo en fin, de pagar a los españoles suplicios con suplicios y de ahogar a esa raza de exterminadores en su sangre o en el mar.

Las islas de Puerto Rico y Cuba, que entre ambas pueden formar una población de setecientas a ochocientas mil almas, son las que más tranquilamente poseen los españoles, porque están fuera del contacto de los independientes. Mas ¿no son americanos estos insulares? ¿No son vejados? ¿No desearán su bienestar?

Este cuadro representa una escala militar de dos mil leguas de longitud y novecientas de latitud en su mayor extensión en que dieciséis millones de americanos defienden sus derechos, o están comprimidos por la nación española que aunque fue en algún tiempo el más vasto imperio del mundo, sus restos son ahora impotentes para dominar el nuevo hemisferio y hasta para mantenerse en el antiguo. ¿Y~~ y amante de la libertad permite que una vieja serpiente por sólo satisfacer su saña envenenada, devore ta más bella parte de nuestro globo? ¡Qué! ¿Está Europa sorda al clamor de su propio interés? ¿No tiene ya ojos para ver la justicia? ¿Tanto se ha endurecido para ser de este modo insensible? Estas cuestiones cuanto más las medito, más me confunden; llego a pensar que se aspira a que desaparezca la América, pero es imposible porque toda Europa no es España. ¡Qué demencia la de nuestra enemiga, pretender reconquistar América, sin marina, sin tesoros y casi sin soldados! Pues los que tiene, apenas son bastantes para retener a su propio pueblo en una violenta obediencia, y defenderse de sus vecinos. Por otra parte, ¿podrá esta nación hacer el comercio exclusivo de la mitad del mundo sin manufacturas. Sin producciones territoriales, sin artes, sin ciencias, sin política? Lograda que fuese esta loca empresa, y suponiendo más, aun lograda la pacificación, los hijos de los actuales americanos únicos con los de los europeos reconquistadores, ¿no volverían a formar dentro de veinte años los mismos patrióticos designios que ahora se están combatiendo?

Europa haría un bien a España en disuadirla de su obstinada temeridad, porque a lo menos le ahorrará los gastos que expende, y la sangre que derrama; a fin de que fijando su atención en sus propios recintos, fundase su prosperidad y poder sobre bases más sólidas que las de inciertas conquistas, un comercio precario y exacciones violentas en pueblos remotos, enemigos y poderosos. Europa misma por miras de sana política debería haber preparado y ejecutado el proyecto de la independencia americana, no sólo porque el equilibrio del mundo así lo exige, sino porque éste es el medio legítimo y seguro de adquirirse establecimientos ultramarinos de comercio. Europa que no se halla agitada por las violentas pasiones de la venganza, ambición y codicia, como España, parece que estaba autorizada por todas las leyes de la equidad a ilustrarla sobre sus bien entendidos intereses.

Cuantos escritores han tratado la materia se acordaban en esta parte. En consecuencia, nosotros esperábamos con razón que todas las naciones cultas se apresurarían a auxiliarnos, para que adquiriésemos un bien cuyas ventajas son recíprocas a entrambos hemisferios. Sin embargo, ¡cuán frustradas esperanzas! No sólo los europeos. pero hasta nuestros hermanas del Norte se han mantenido inmóviles espectadores de esta contienda, que por su esencia es la más justa, y por sus resultados la más bella e importante de cuantas se han suscitado en los siglos antiguos y modernos, ¿porque hasta dónde se puede calcular la trascendencia de la libertad en el hemisferio de Colón?

«La felonía con que Bonaparte —dice usted— prendió a Carlos IV y a Fernando VII, reyes de esta nación, que tres siglos la aprisionó con traición a dos monarcas de la América meridional, es un acto manifiesto de retribución divina y, al mismo tiempo, una prueba de que Dios sostiene la justa causa de los americanos, y les concederá su independencia».

Parece que usted quiere aludir al monarca de Méjico Moctezuma, preso por Cortés y muerto, según Herrera, por el mismo, aunque Solís dice que por el pueblo, y a Atahualpa, inca del Perú, destruido por Francisco Pizarro y Diego Almagro. Existe tal diferencia entre la suerte de los reyes españoles y los reyes americanos, que no admiten comparación; los primeros son tratados con dignidad, conservados, y al fin recobran su libertad y trono; mientras que los últimos sufren tormentos inauditos y los vilipendios más vergonzosos. Si a Guatimozín sucesor de Moctezuma, se le trata como emperador, y le ponen la corona, fue por irrisión y no por respeto, para que experimentase este escarnio antes que las torturas. Iguales a la suerte de este monarca fueron las del rey de Michoacán, Catzontzin; el Zipa de Bogotá, y cuantos Toquis, Imas, Zipas, Ulmenes, Caciques y demás dignidades indianas sucumbieron al poder español. El suceso de Fernando VII es más semejante al que tuvo lugar en Chile en 1535 con el Ulmén de Copiapó, entonces reinante en aquella comarca. El español Almagro pretextó, como Bonaparte, tomar partido por la causa del legítimo soberano y, en consecuencia, llama al usurpador, como Fernando lo era en España; aparenta restituir al legítimo a sus estados y termina por encadenar X echar a las llamas al infeliz Ulmén, sin querer ni aún oír su defensa. Este es el ejemplo de Fernando VII con su usurpador; los reyes europeos sólo padecen destierros, el Ulmén de Chile termina su vida de un modo atroz.

«Después de algunos meses —añade usted— he hecho muchas reflexiones sobre la situación de los americanos y sus esperanzas futuras; tomo grande interés en sus sucesos; pero me faltan muchos informes relativos a su estado actual y a lo que ellos aspiran; deseo infinitamente saber la política de cada provincia como también su población; si desean repúblicas o monarquías, si formarán una gran república o una gran monarquía. Toda noticia de esta especie que usted pueda darme o indicarme las fuentes a que debo ocurrir, la estimaré como un favor muy particular».

Siempre las almas generosas se interesan en la suerte de un pueblo que se esmera por recobrar los derechos con que el Creador y la naturaleza le han dotado; y es necesario estar bien fascinado por el error o por las pasiones para no abrigar esta noble sensación; usted ha pensado en mi país, y se interesa por él, este acto de benevolencia me inspira el más vivo reconocimiento.

He dicho la población que se calcula por datos más o menos exactos, que mil circunstancias hacen fallidos, sin que sea fácil remediar esta inexactitud, porque los más de los moradores tienen habitaciones campestres, y muchas veces errantes; siendo labradores, pastores, nómadas, perdidos en medio de espesos e inmensos bosques, llanuras solitarias, y aislados entre lagos y ríos caudalosos. ¿Quién será capaz de formar una estadística completa de semejantes comarcas? Además, los tributos que pagan los indígenas; las penalidades de los esclavos; las primicias, diezmos y derechos que pesan sobre los labradores, y otros accidentes alejan de sus hogares a los pobres americanos. Esto sin hacer mención de la guerra de exterminio que ya ha segado cerca de un octavo de la población, y ha ahuyentado una gran parte; pues entonces las dificultades son insuperables y el empadronamiento vendrá a reducirse a la mitad del verdadero censo.

Todavía es más difícil presentir la suerte futura del Nuevo Mundo, establecer principios sobre su política, y casi profetizar la naturaleza del gobierno que llegará a adoptar. Toda idea relativa al porvenir de este país me parece aventurada. ¿Se puede prever cuando el género humano se hallaba en su infancia rodeado de tanta incertidumbre, ignorancia y error, cuál seria el régimen que abrazaría para su conservación? ¿Quién se habría atrevido a decir tal nación será república o monarquía, ésta será pequeña, aquélla grande? En mi concepto, esta es la imagen de nuestra situación. Nosotros somos un pequeño género humano; poseemos un mundo aparte, cercado por dilatados mares; nuevos en casi todas las artes y ciencias, aunque en cierto modo viejos en los usos de la sociedad civil. Yo considero el estado actual de América, como cuando desplomado el imperio romano cada desmembración formó un sistema político, conforme a sus intereses y situación, o siguiendo la ambición particular de algunos jefes, familias o corporaciones, con esta notable diferencia, que aquellos miembros dispersos volvían a restablecer sus antiguas naciones con las alteraciones que exigían las cosas o los sucesos; mas nosotros, que apenas conservamos vestigios de lo que en otro tiempo fue, y que por otra parte no somos indios, ni europeos, sino una especie mezcla entre los legítimos propietarios del país y los usurpadores españoles; en suma, siendo nosotros americanos por nacimiento, y nuestros derechos los de Europa, tenemos que disputar a éstos a los del país, y que mantenernos en él contra la invasión de los invasores; así nos hallemos en el caso más extraordinario y complicado. No obstante que es una especie de adivinación indicar cuál será el resultado de la línea de política que América siga, me atrevo aventurar algunas conjeturas que, desde luego, caracterizo de arbitrarias, dictadas por un deseo racional, y no por un raciocinio probable.

La posición de los moradores del hemisferio americano, ha sido por siglos puramente pasiva; su existencia política era nula. Nosotros estábamos en un grado todavía más abajo de la servidumbre y, por lo mismo, con más dificultad para elevarnos al goce de la libertad. Permítame usted estas consideraciones para elevar la cuestión. Los Estados son esclavos por la naturaleza de su constitución o por el abuso de ella; luego un pueblo es esclavo, cuando el gobierno por su esencia o por sus vicios, holla y usurpa los derechos del ciudadano o súbdito. Aplicando estos principios, hallaremos que América no solamente estaba privada de su libertad, sino también de la tiranía activa y dominante. Me explicaré. En las administraciones absolutas no se reconocen límites en el ejercicio de las facultades gubernativas: la voluntad del gran sultán, Kan, Bey y demás soberanos despóticos, es la ley suprema, y ésta, es casi arbitrariamente ejecutada por los bajáes, kanes y sátrapas subalternos de Turquía y Persia, que tienen organizada una opresión de que participan los súbditos en razón de la autoridad que se les confía. A ellos está encargada la administración civil, militar, política, de rentas, y la religión. Pero al fin son persas los jefes de Ispahán, son turcos los visires del gran señor, son tártaros los sultanes de la Tartaria. China no envía a buscar mandarines, militares y letrados al país de Gengis Kan que la conquistó, a pesar de que los actuales chinos son descendientes directos de los subyugados por los ascendientes de los presentes tártaros.

¡Cuán diferente entre nosotros! Se nos vejaba con una conducta que, además de privarnos de los derechos que nos correspondían, nos dejaba en una especie de infancia permanente, con respecto a las transacciones públicas. Si hubiésemos siquiera manejado nuestros asuntos domésticos en nuestra administración interior, conoceríamos el curso de los negocios públicos y su mecanismo, moraríamos también de la consideración personal que impone a los ojos del pueblo cierto respeto maquinal que es tan necesario conservar en las revoluciones. He aquí por qué he dicho que estábamos privados hasta de la tiranía activa, pues que no nos está permitido ejercer sus funciones.

Los americanos en el sistema español que está en vigor, y quizá con mayor fuerza que nunca, no ocupan otro lugar en la sociedad que el de siervos propios para el trabajo y, cuando más, el de simples consumidores; y aun esta parte coartada con restricciones chocantes; tales son las prohibiciones del cultivo de frutos de Europa, el estanco de las producciones que el rey monopoliza, el impedimento de las fábricas que la misma Península no posee, los privilegios exclusivos del comercio hasta de los objetos de primera necesidad; las trabas entre provincias y provincias americanas para que no se traten, entiendan, ni negocien; en fin, ¿quiere usted saber cuál era nuestro destino? Los campos para cultivar el añil, la grana, el café, la caña, el cacao y el algodón; las llanuras solitarias para criar ganados, los desiertos para cazar las bestias feroces, las entrañas de la tierra para excavar el oro que no puede saciar a esa nación avarienta.

Tan negativo era nuestro estado que no encuentro semejante en ninguna otra asociación civilizada, por más que recorro la serie de las edades y la política de todas las naciones. Pretender que un país tan felizmente constituido, extenso, rico y populoso sea meramente pasivo, ¿no es un ultraje y una violación de los derechos de la humanidad?

Estábamos, como acabo de exponer, abstraídos y, digámoslo así, ausentes del universo en cuanto es relativo a la ciencia del gobierno y administración del Estado. Jamás éramos virreyes ni gobernadores sino por causas muy extraordinarias; arzobispos y obispos pocas veces; diplomáticos nunca; militares sólo en calidad de subalternos; nobles, sin privilegios reales; no éramos, en fin, ni magistrados ni financistas, y casi ni aun comerciantes; todo en contravención directa de nuestras instituciones.

El emperador Carlos V formó un pacto con los descubridores, conquistadores y pobladores de América que, como dice Guerra, es nuestro contrato social. Los reyes de España convinieron solemnemente con ellos que lo ejecutasen por su cuenta y riesgo, prohibiéndoles hacerlo a costa de la real hacienda, y por esta razón se les concedía que fuesen señores de la tierra, que organizasen la administración y ejerciesen la judicatura en apelación; con otras muchas exenciones y privilegios que sería prolijo detallar. El rey se comprometió a no enajenar jamás las provincias americanas, como que a él no tocaba otra jurisdicción que la del alto dominio, siendo una especie de propiedad feudal la que allí tenían los conquistadores para sí y sus descendientes. Al mismo tiempo existen leyes expresas que favorecen casi exclusivamente a los naturales del país, originarios de España, en cuanto a los empleos civiles, eclesiásticos y de rentas. Por manera que con una violación manifiesta de las leyes y de los pactos subsistentes, se han visto despojar aquellos naturales de la autoridad constitucional que les daba su código.

De cuanto he referido, será fácil colegir que América no estaba preparada, para desprenderse de la metrópoli, como súbitamente sucedió por el efecto de las ilegítimas cesiones de Bayona, y por la inicua guerra que la regencia nos declaró sin derecho alguno para ello no sólo por la falta de justicia, sino también de legitimidad. Sobre la naturaleza de los gobiernos españoles, sus decretos conminatorios y hostiles, y el curso entero de su desesperada conducta, hay escritos del mayor mérito en el periódico El Español, cuyo autor es el señor Blanco; y estando allí esta parte de nuestra historia muy bien tratada, me limito a indicarlo.

Los americanos han subido de repente y sin los conocimientos previos y, lo que es más sensible, sin la práctica de los negocios públicos a representar en la escena del mundo las eminentes dignidades de legisladores, magistrados, administradores del erario, diplomáticos, generales, y cuantas autoridades supremas y subalternas forman la jerarquía de un Estado organizado con regularidad.

Cuando las águilas francesas sólo respetaron los muros de la ciudad de Cádiz, y con su vuelo arrollaron a los frágiles gobiernos de la Península, entonces quedamos en la orfandad. Ya antes habíamos sido entregados a la merced de un usurpador extranjero. Después, lisonjeados con la justicia que se nos debía, con esperanzas halagüeñas siempre burladas; por último, inciertos sobre nuestro destino futuro, y amenazados por la anarquía, a causa de la falta de un gobierno legítimo, justo y liberal, nos precipitamos en el caos de la revolución. En el primer momento sólo se cuidó de proveer a la seguridad interior, contra los enemigos que encerraba nuestro seno. Luego se extendió a la seguridad exterior; se establecieron autoridades que sustituimos a las que acabábamos de deponer encargadas de dirigir el curso de nuestra revolución y de aprovechar la coyuntura feliz en que nos fuese posible fundar un gobierno constitucional digno del presente siglo y adecuado a nuestra situación.

Todos los nuevos gobiernos marcaron sus primeros pasos con el establecimiento de juntas populares. Estas formaron en seguida reglamentos para la convocación de congresos que produjeron alteraciones importantes. Venezuela erigió un gobierno democrático y federal, declarando previamente los derechos del hombre, manteniendo el equilibrio de los poderes y estatuyendo leyes generales en favor de la libertad civil, de imprenta y otras; finalmente, se constituyó un gobierno independiente. La Nueva Granada siguió con uniformidad los establecimientos políticos y cuantas reformas hizo Venezuela, poniendo por base fundamental de su Constitución el sistema federal más exagerado que jamás existió; recientemente se ha mejorado con respecto al poder ejecutivo general, que ha obtenido cuantas atribuciones le corresponden. Según entiendo, Buenos Aires y Chile han seguido esta misma línea de operaciones; pero como nos hallamos a tanta distancia, los documentos son tan raros, y las noticias tan inexactas, no me animaré ni aun a bosquejar el cuadro de sus transacciones.

Los sucesos de México han sido demasiado varios, complicados, rápidos y desgraciados para que se puedan seguir en el curso de la revolución. Carecemos, además, de documentos bastante instructivos, que nos hagan capaces de juzgarlos. Los independientes de México, por lo que sabemos, dieron principio a su insurrección en septiembre de 1810, y un año después, ya tenían centralizado su gobierno en Zitácuaro, instalado allí una junta nacional bajo los auspicios de Fernando VII, en cuyo nombre se ejercían las funciones gubernativas. Por los acontecimientos de la guerra, esta junta se trasladó a diferentes lugares, y es verosímil que se haya conservado hasta estos últimos momentos, con las modificaciones que los sucesos hayan exigido. Se dice que ha creado un generalísimo o dictador que lo es el ilustre general Morelos; otros hablan del célebre general Rayón; lo cierto es que uno de estos dos grandes hombres o ambos separadamente ejercen la autoridad suprema en aquel país; y recientemente ha aparecido una constitución para el régimen del Estado. En marzo de 1812 el gobierno residente en Zultepec, presentó un plan de paz y guerra al virrey de México concebido con la más profunda sabiduría. En él se reclamó el derecho de gentes estableciendo principios de una exactitud incontestable. Propuso la junta que la guerra se hiciese como entre hermanos y conciudadanos; pues que no debía ser más cruel que entre naciones extranjeras; que los derechos de gentes y de guerra, inviolables para los mismos infieles y bárbaros, debían serlo más para cristianos, sujetos a un soberano y a unas mismas leyes; que los prisioneros no fuesen tratados como reos de lesa majestad, ni se degollasen los que rendían las armas, sino que se mantuviesen en rehenes para canjearlos; que no se entrase a sangre y fuego en las poblaciones pacíficas, no las diezmasen ni quitasen para sacrificarlas y, concluye, que en caso de no admitirse este plan, se observarían rigurosamente las represalias. Esta negociación se trató con el más alto desprecio; no se dio respuesta a la junta nacional; las comunicaciones originales se quemaron públicamente en la plaza de México, por mano del verdugo; y la guerra de exterminio continuó por parte de los españoles con su furor acostumbrado, mientras que los mexicanos y las otras naciones americanas no la hacían, ni aun a muerte con los prisioneros de guerra que fuesen españoles. Aquí se observa que por causas de conveniencia se conservó la apariencia de sumisión al rey y aun a la constitución de la monarquía. Parece que la junta nacional es absolutaen el ejercicio de las funciones legislativa, ejecutiva y judicial, y el número de sus miembros muy limitado.

Los acontecimientos de la tierra firme nos han probado que las instituciones perfectamente representativas no son adecuadas a nuestro carácter, costumbres y luces actuales. En Caracas el espíritu de partido tomó su origen en las sociedades, asambleas y elecciones populares; y estos partidos nos tornaron a la esclavitud. Y así como Venezuela ha sido la república americana que más se ha adelantado en sus instituciones políticas, también ha sido el más claro ejemplo de la ineficacia de la forma demócrata y federal para nuestros nacientes Estados. En Nueva Granada las excesivas facultades de los gobiernos provinciales y la falta de centralización en el general han conducido aquel precioso país al estado a que se ve reducido en el día. Por esta razón sus débiles enemigos se han conservado contra todas las probabilidades. En tanto que nuestros compatriotas no adquieran los talentos y las virtudes políticas que distinguen a nuestros hermanos del Norte, los sistemas enteramente populares, lejos de sernos favorables, temo mucho que vengan a ser nuestra ruina. Desgraciadamente, estas cualidades parecen estar muy distantes de nosotros en el grado que se requiere; y por el contrario, estamos dominados de los vicios que se contraen bajo la dirección de una nación como la española que sólo ha sobresal ido en fiereza, ambición, venganza y codicia.

Es más difícil, dice Montesquieu, sacar un pueblo de la servidumbre, que subyugar uno libre. Esta verdad está comprobada por los anales de todos los tiempos, que nos muestran las más de las naciones libres, sometidas al yugo, y muy pocas de las esclavas recobrar su libertad. A pesar de este convencimiento, los meridionales de este continente han manifestado el conato de conseguir instituciones liberales, y aun perfectas; sin duda, por efecto del instinto que tienen todos los hombres de aspirar a su mejor felicidad posible; la que se alcanza infaliblemente en las sociedades civiles, cuando ellas están fundadas sobre las bases de la justicia, de la libertad y de la igualdad. Pero ¿seremos nosotros capaces de mantener en su verdadero equilibrio la difícil carga de una República? ¿Se puede concebir que un pueblo recientemente desencadenado, se lance a la esfera de la libertad, sin que, como a Ícaro, se le deshagan las alas, y recaiga en el abismo? Tal prodigio es inconcebible, nunca visto. Por consiguiente, no hay un raciocinio verosímil, que nos halague con esta esperanza.

Yo deseo más que otro alguno ver formar en América la más grande nación del mundo, menos por su extensión y riquezas que por su libertad y gloria. Aunque aspiro a la perfección del gobierno de mi patria, no puedo persuadirme que el Nuevo Mundo sea por el momento regido por una gran república; como es imposible, no me atrevo a desearlo; y menos deseo aún una monarquía universal de América, porque este proyecto sin ser útil, es también imposible. Los abusos que actualmente existen no se reformarían, y nuestra regeneración sería infructuosa. Los Estados americanos han menester de los cuidados de gobiernos paternales que curen las llagas y las heridas del despotismo y la guerra. La metrópoli, por ejemplo, sería México, que es la única que puede serlo por su poder intrínseco, sin el cual no hay metrópoli. Supongamos que fuese el istmo de Panamá punto céntrico para todos los extremos de este vasto continente, ¿no continuarían éstos en la languidez, y aún en el desorden actual? Para que un solo gobierno dé vida, anime, ponga en acción todos los resortes de la prosperidad pública, corrija, ilustre y perfeccione al Nuevo Mundo sería necesario que tuviese las facultades de un Dios y, cuando menos, las luces y virtudes de todos los hombres.

El espíritu de partido que al presente agita a nuestros Estados, se encendería entonces con mayor encono, hallándose ausente la fuente del poder, que únicamente puede reprimirlo. Además, los magnates de las capitales no sufrirían la preponderancia de los metropolitanos, a quienes considerarían como a otros tantos tiranos; sus celos llegarían hasta el punto de comparar a éstos con los odiosos españoles. En fin, una monarquía semejante sería un coloso deforme, que su propio peso desplomaría a la menor convulsión.

Mr. de Pradt ha dividido sabiamente a la América en quince o diecisiete Estados independientes entre sí, gobernados por otros tantos monarcas. Estoy de acuerdo en cuanto a lo primero, pues la América comporta la creación de diecisiete naciones; en cuanto a lo segundo, aunque es más fácil conseguirla, es menos útil; y así no soy de la opinión de las monarquías americanas. He aquí mis razones. El interés bien entendido de una república se circunscribe en la esfera de su conservación, prosperidad y gloria. No ejerciendo la libertad imperio, porque es precisamente su opuesto, ningún estímulo excita a los republicanos a extender los términos de su nación, en detrimiento de sus propios medios, con el único objeto de hacer participar a sus vecinos de una Constitución liberal. Ningún derecho adquieren, ninguna ventaja sacan venciéndolos, a menos que los reduzcan a colonias, conquistas o aliados, siguiendo el ejemplo de Roma. Máximas y ejemplos tales están en oposición directa con los principios de justicia de los sistemas republicanos, y aún diré más, en oposición manifiesta con los intereses de sus ciudadanos; porque un Estado demasiado extenso en sí mismo o por sus dependencias, al cabo viene en decadencia, y convierte su forma libre en otra tiránica; relaja los principios que deben conservarla, y ocurre por último al despotismo. El distintivo de las pequeñas repúblicas es la permanencia; el de las grandes es vario, pero siempre se inclina al imperio. Casi todas las primeras han tenido una larga duración; de las segundas sólo Roma se mantuvo algunos siglos, pero fue porque era república la capital y no lo era el resto de sus dominios que se gobernaban por leyes e instituciones diferentes.

Muy contraria es la política de un rey, cuya inclinación constan te se dirige al aumento de sus posesiones, riquezas y facultades; con razón, porque su autoridad crece con estas adquisiciones, tanto con respecto a sus vecinos, como a sus propios vasallos que temen en él un poder tan formidable cuanto es su imperio que se conserva por medio de la guerra y de las conquistas. Por estas razones pienso que los americanos ansiosos de paz, ciencias, artes, comercio y agricultura, preferirían las repúblicas a los reinos, y me parece que estos deseos se conforman con las miras de Europa.

No convengo en el sistema federal entre los populares y representativos, por ser demasiado perfecto y exigir virtudes y talentos políticos muy superiores a los nuestros; por igual razón rehuso la monarquía mixta de aristocracia y democracia que tanta fortuna y esplendor ha procurado a Inglaterra. No siéndonos posible lograr entre las repúblicas y monarquías lo más perfecto y acabado, evitemos caer en anarquías demagógicas, o en tiranías monócratas. Busquemos un medio entre extremos opuestos que nos conducirán a los mismos escollos, a la infelicidad y al deshonor. Voy a arriesgar el resultado de mis cavilaciones sobre la suerte futura de América; no la mejor, sino la que sea más asequible.

Por la naturaleza de las localidades, riquezas, población y carácter de los mexicanos, imagino que intentarán al principio establecer una república representativa, en la cual tenga grandes atribuciones el poder Ejecutivo, concentrándolo en un individuo que, si desempeña sus funciones con acierto y justicia, casi naturalmente vendrá a conservar una autoridad vitalicia. Si su incapacidad o violenta administración excita una conmoción popular que triunfe, ese mismo poder ejecutivo quizás se difundirá en una asamblea. Si el partido preponderante es militar o aristocrático, exigirá probablemente una monarquía que al principio será limitada y constitucional, y después inevitablemente declinará en absoluta; pues debemos convenir en que nada hay más difícil en el orden político que la conservación de una monarquía mixta; y también es preciso convenir en que sólo un pueblo tan patriota como el inglés es capaz de contener la autoridad de un rey, y de sostener el espíritu de libertad bajo un cetro y una corona.

Los Estados del istmo de Panamá hasta Guatemala formarán quizás una asociación. Esta magnífica posición entre los dos grandes mares, podrá ser con el tiempo el emporio del universo. Sus canales acortarán las distancias del mundo: estrecharán los lazos comerciales de Europa, América y Asia; traerán a tan feliz región los tributos de las cuatro partes del globo. ¡Acaso sólo allí podrá fijarse algún día la capital de la tierra! Como pretendió Constantino que fuese Bizancio la del antiguo hemisferio.

Nueva Granada se unirá con Venezuela, si llegan a convenirse en formar una república central, cuya capital sea Maracaibo o una nueva ciudad que con el nombre de Las Casas (en honor de este héroe de la filantropía), se funde entre los confines de ambos países, en el soberbio puerto de Bahía Honda. Esta posición aunque desconocida, es más ventajosa por todos respectos. Su acceso es fácil y su situación tan fuerte, que puede hacerse inexpugnable. Posee un clima puro y saludable, un territorio tan propio para la agricultura como para la cría de ganados, y una gran de abundancia de maderas de construcción. Los salvajes que la habitan serían civilizados, y nuestras posesiones se aumentarían con la adquisición de la Guajira. Esta nación se llamaría Colombia como tributo de justicia y gratitud al creador de nuestro hemisferio. Su gobierno podrá imitar al inglés; con la diferencia de que en lugar de un rey habrá un poder ejecutivo, electivo, cuando más vitalicio, y jamás hereditario si se quiere república, una cámara o senado legislativo hereditario, que en las tempestades políticas se interponga entre las olas populares y los rayos del gobierno, y un cuerpo legislativo de libre elección, sin otras restricciones que las de la Cámara Baja de Inglaterra. Esta constitución participaría de todas las formas y yo deseo que no participe de todos los vicios. Como esta es mi patria, tengo un derecho incontestable para desearla lo que en mi opinión es mejor. Es muy posible que la Nueva Granada no convenga en el reconocimiento de un gobierno central, porque es en extremo adicta a la federación; y entonces formará por sí sola un Estado que, si subsiste, podrá ser muy dichoso por sus grandes recursos de todos géneros.

Poco sabemos de las opiniones que prevalecen en Buenos Aires, Chile y el Perú; juzgando por lo que se trasluce y por las apariencias, en Buenos Aires habrá un gobierno central en que los militares se lleven la primacía por consecuencia de sus divisiones intestinas y guerras externas. Esta constitución degenerará necesariamente en una oligarquía, o una monocracia, con más o menos restricciones, y cuya denominación nadie puede adivinar. Sería doloroso que tal caso sucediese, porque aquellos habitantes son acreedores a la más espléndida gloria.

El reino de Chile está llamado por la naturaleza de su situación, por las costumbres inocentes y virtuosas de sus moradores, por el ejemplo de sus vecinos, los fieros republicanos del Arauco, a gozar de las bendiciones que derraman las justas y dulces leyes de una república. Si alguna permanece largo tiempo en América, me inclino a pensar que será la chilena. Jamás se ha extinguido allí el espíritu de libertad; los vicios de Europa y Asia llegarán tarde o nunca a corromper las costumbres de aquel extremo del universo. Su territorio es limitado; estará siempre fuera del contacto inficionado del resto de los hombres; no alterará sus leyes, usos y prácticas; preservará su uniformidad en opiniones políticas y religiosas; en una palabra, Chile puede ser libre.

El Perú, por el contrario, encierra dos elementos enemigos de todo régimen justo y liberal; oro y esclavos. El primero lo corrompe todo; el segundo está corrompido por sí mismo. El alma de un siervo rara vez alcanza a apreciar la sana libertad; se enfurece en los tumultos, o se humilla en las cadenas. Aunque estas reglas serían aplicables a toda la América, creo que con más justicia las merece Lima por los conceptos que he expuesto, y por la cooperación que ha prestado a sus señores contra sus propios hermanos los ilustres hijos de Quito, Chile y Buenos Aires. Es constante que el que aspira a obtener la libertad, a lo menos lo intenta. Supongo que en Lima no tolerarán los ricos la democracia, ni los esclavos y pardos libertos la aristocracia; los primeros preferirán la tiranía de uno solo, por no padecer las persecuciones tumultuarias, y por establecer un orden siquiera pacífico. Mucho hará si concibe recobrar su independencia.

De todo lo expuesto, podemos deducir estas consecuencias: las provincias americanas se hallan lidiando por emanciparse, al fin obtendrán el suceso; algunas se constituirán de un modo regular en repúblicas federales y centrales; se fundarán monarquías casi inevitablemente en las grandes secciones, y algunas serán tan infelices que devorarán sus elementos, ya en la actual, ya en las futuras revoluciones, que una gran monarquía no será fácil consolidar; una gran república imposible.

Es una idea grandiosa pretender formar de todo el mundo nuevo una sola nación con un solo vínculo que ligue sus partes entre sí y con el todo. Ya que tiene un origen, una lengua, unas costumbres y una religión debería, por consiguiente, tener un solo gobierno que confederase los diferentes Estados que hayan de formarse; mas no es posible porque climas remotos, situaciones diversas, intereses opuestos, caracteres desemejantes dividen a la América. ¡Qué bello sería que el istmo de Panamá fuese para nosotros lo que el de Corinto para los griegos! Ojalá que algún día tengamos la fortuna de instalar allí un augusto Congreso de los representantes de las repúblicas, reinos e imperios a tratar y discutir sobre los altos intereses de la paz y de la guerra, con las naciones de las otras tres partes del mundo. Esta especie de corporación podrá tener lugar en alguna época dichosa de nuestra regeneración, otra esperanza es infundada, semejante a la del abate St. Pierre que concibió el laudable delirio de reunir un Congreso europeo, para decidir de la suerte de los intereses de aquellas naciones.

«Mutuaciones importantes y felices, continuas pueden ser frecuentemente producidas por efectos individuales». Los americanos meridionales tienen una tradición que dice: que cuando Quetzalcoatl, el Hermes, o Buda de la América del Sur resignó su administración y los abandonó, les prometió que volvería después que los siglos designados hubiesen pasado, y que él restablecería su gobierno, y renovaría su felicidad. ¿Esta tradición, no opera y excita una convicción de que muy pronto debe volver? ¡Concibe usted cuál será el efecto que producirá, si un individuo apareciendo entre ellos demostrase los caracteres de Quetzalcoatl, el Buda de bosque, o Mercurio, del cual han hablado tanto las otras naciones? ¿No cree usted que esto inclinaría todas las partes? ¿No es la unión todo lo que se necesita para ponerlos en estado de expulsar a los españoles, sus tropas, y los partidarios de la corrompida España, para hacerlos capaces de establecer un imperio poderoso, con un gobierno libre y leyes benévolas?

Pienso como usted que causas individuales pueden producir resultados generales, sobre todo en las revoluciones. Pero no es el héroe, gran profeta, o dios del Anáhuac, Quetzalcoatl, el que es capaz de operar los prodigiosos beneficios que usted propone. Este personaje es apenas conocido del pueblo mexicano y no ventajosamente; porque tal es la suerte de los vencidos aunque sean dioses. Sólo los historiadores y literatos se han ocupado cuidadosamente en investigar su origen, verdadera o falsa misión, sus profecías y el término de su carrera. Se disputa si fue un apóstol de Cristo o bien pagano. Unos suponen que su nombre quiere decir Santo Tomás; otros que Culebra Emplumajada; y otros dicen que es el famoso profeta de Yucatán, Chilan-Cambal. En una palabra, los más de los autores mexicanos, polémicos e historiadores profanos, han tratado con más o menos extensión la cuestión sobre el verdadero carácter de Quetzalcoatl. El hecho es, según dice Acosta, que él establece una religión, cuyos ritos, dogmas y misterios tenían una admirable afinidad con la de Jesús, y que quizás es la más semejante a ella. No obstante esto, muchos escritores católicos han procurado alejar la idea de que este profeta fuese verdadero, sin querer reconocer en él a un Santo Tomás como lo afirman otros célebres autores. La opinión general es que Quetzalcoatl es un legislador divino entre los pueblos paganos de Anáhuac, del cual era lugarteniente el gran Moctezuma, derivando de él su autoridad. De aquí que se infiere que nuestros mexicanos no seguirían al gentil Quetzalcoatl, aunque apareciese bajo las formas más idénticas y favorables, pues que profesan una religión la más intolerante y exclusiva de las otras.

Felizmente los directores de la independencia de México se han aprovechado del fanatismo con el mejor acierto proclamando a la famosa Virgen de Guadalupe por reina de los patriotas, invocándola en todos los casos arduos y llevándola en sus banderas. Con esto, el entusiasmo político ha formado una mezcla con la religión que ha producido un fervor vehemente por la sagrada causa de la libertad. La veneración de esta imagen en México es superior a la más exaltada que pudiera inspirar el más diestro profeta.

Seguramente la unión es la que nos falta para completar la obra de nuestra regeneración. Sin embargo, nuestra división no es extraña, porque tal es el distintivo de las guerras civiles formadas generalmente entre dos partidos: conservadores y reformadores. Los primeros son, por lo común, más numerosos, porque el imperio de la costumbre produce el efecto de la obediencia a las potestades establecidas; los últimos son siempre menos numerosos aunque más vehementes e ilustrados. De este modo la masa física se equilibra con la fuerza moral, y la contienda se prolonga, siendo sus resultados muy inciertos. Por fortuna entre nosotros, la masa ha seguido a la inteligencia.

Yo diré a usted lo que puede ponernos en aptitud de expulsar a los españoles, y de fundar un gobierno libre. Es la unión, ciertamente; mas esta unión no nos vendrá por prodigios divinos, sino por efectos sensibles y esfuerzos bien dirigidos. América está encontrada entre sí, porque se halla abandonada de todas las naciones, aislada en medio del universo, sin relaciones diplomáticas ni auxilios militares y combatida por España que posee más elementos para la guerra, que cuantos furtivamente podemos adquirir.

Cuando los sucesos no están asegurados, cuando el Estado es débil, y cuando las empresas son remotas, todos los hombres vacilan; las opiniones se dividen, las pasiones las agitan y los enemigos las animan para triunfar por este fácil medio. Luego que seamos fuertes, bajo los auspicios de una nación liberal que nos preste su protección, se nos verá de acuerdo cultivar las virtudes y los talentos que conducen a la gloria; entonces seguiremos la marcha majestuosa hacia las grandes prosperidades a que está destinada la América meridional; entonces las ciencias y las artes que nacieron en el Oriente y han ilustrado a Europa, volarán a Colombia libre que las convidará con un asilo.

Tales son, señor, las observaciones y pensamientos que tengo el honor de someter a usted para que los rectifique o deseche según su mérito; suplicándole se persuada que me he atrevido a exponerlos, más por no ser descortés, que porque me crea capaz de ilustrar a usted en la materia.

Soy de usted, etc., etc.

Kingston, 6 de septiembre de 1815

El tiempo no pasa

Antes eran los derechos del obrero. Ahora son los de todos. El que se queda sin trabajo no es sólo el campesino, sino el maestro, el doctor, el obrero, el vigilante, el ingeniero, el abogado. Hay tantas y tantas personas en Latinoamérica con necesidades, y esas carencias son las mismas desde la frontera norte de México hasta Tierra de Fuego. Nosotros mismos nos amarramos las manos, nos detenemos para no salir, para no mejorar. ¿Por qué dejar el destino en manos de unos cuantos, si ese destino es colectivo?
Como dice la frase célebre, que parece ya algo trillada, un lugar común: La unión hace la fuerza. Y en el caso de Latinoamérica la unión nos hará fuertes, nos hará mejores.

viernes, 4 de diciembre de 2009

Día siete

Por Aranzazú Ayala

El primer día había estado toda la familia. Todos haciendo una gigantesca masa de duelo, de rezos, de martirios grupales. Los días siguientes se agregaron un par de amigos, viejos ucranianos con olor a girasoles, sin labios ni gargantas. Isaac y Daniel iban cada uno a su lado del departamento, eran buenos anfitriones y tomaban parte en todos los rezos sin hablarse, pero asegurándose de que ti Sara no lo notara, que creía que habían estado bien los últimos años sin Déborah, que todavía fueron una buena familia que separaba los trastes de la carne y de la leche. Ella intentó acercarse a Daniel, preguntarle cómo había sido y cómo se sentía, quizás también culparlo con sus manos, esculturas del Sinaí furioso, pero él se excusaba para cuidar a los primos, jugar con ellos, evitar que destaparan los espejos. Todos tenían moños negros en el brazo, tan alejados del dolor culpable en medio del inmenso y otra vez negro departamento. Uno, el mayor, nueve o diez años, preguntó qué había pasado, por qué primo Abraham había ido al hospital si no tuvo ningún accidente. Isaac vio a su hijo por última vez: la culpa. Bajó de nuevo la mirada y la voz de tía Sara llegó para cerrar la pregunta, porque aquí no pasa nada y no se dice nada, se enfermó y ya, y los niños no tienen que preguntar, no pueden preguntar. En la noche algunos se iban a dormir a sus casas, otros fueron regresando poco a poco a sus ciudades, a los países vecinos, o incluso los que estaban del otro lado del mar en el caso de un par de primos ricos. La noche del sexto día llegó, tía Sara regresó con los pequeños a la casa y Daniel e Isaac se fueron a dormir encerrados, temblando de frío, sin poder descansar deseándole pesadillas al otro.

Era la mañana del día siete. Y la luz que entraba como borrosa, como con una capa de humo, despertó a Daniel. La comida se quedó hasta pasado el mediodía en los platos perfectamente separados, la división marcada entre uno y otro lado de la mesa larga larga, como un puente cruzando toda la casa. La cabeza desnuda de Isaac se dejó ver en uno de los extremos, sentado y comiendo en silencio sin reparar en la ausencia de parientes y amigos. Daniel se levantó cuando Isaac terminó su plato, fue hacia su habitación y rezó solo, pero en voz alta para que escuchara que no le temía, que no le importaba porque no tenía de qué arrepentirse.

Mucho después de después de mediodía se terminaba el atardecer. Daniel se encontró en la boca del pasillo, largo largo también y más oscuro que el resto del departamento con sus paredes de madera negra. El pasillo que hablaba cuando se paraba frente a la fotografía y temblaba. El pasillo como otro puente entre ambos fuertes, como dos puntos conectados por una línea terriblemente larga. Y cuando es temible es espantosa y no de adjetivo, sino de espanto, del terror que ahora tenía Daniel de encontrarse a Isaac con ojos de cordero degollado esperándolo con su silencio y los ojos que eran idénticos a los de Abraham pero más hostiles, pero más vivos. Del otro lado Isaac, clavado a la silla también de madera negra, se quedó viendo el espejo cubierto. Ya no tenía miedo, sabía que los momentos especiales habían desaparecido desde Daniel y su regreso, después las salidas de uno dos tres cuatro días con el hermano, llamadas a medianoche y a mediodía. Daniel era el mayor, mucho más. Diez años. Se encerraban en el baño y cuando Isaac iba a bañarse encontraba latas vacías aplastadas por un lado y un olor medio dulce medio seco. Abraham se convirtió en una extensión del otro, tan ridículo y frágil. Entonces el primogénito se volvió a ir.

Daniel escuchó el portazo brusco. Por fin se atrevió a caminar a través del pasillo, a seguir el ruido que indicaba movimiento: Isaac ya no estaba.

jueves, 3 de diciembre de 2009

Ecos disímiles

Mariana Torres

Ecos disímiles

Reaprendí a los zapatistas en Chiapas. Llegué a Tuxtla Gutiérrez y aunque ya es Chiapas, mantiene todas las características de una ciudad de corte colonialista que conocemos: su kiosco, la música en las tardes, los restaurantes típicos como el Pichanchos junto al no menos tradicional Mcdonalds. Común a muchas de las capitales de los estados, pero diferente al aura que domina en Chiapas. Esa aura como mítica que domina casi todo el estado, pero que entre más cercano a Guatemala, más alejado de México se siente y se sienten, ellos, los habitantes.
Antes, conocía a Chiapas por sus historias y sus personajes: me refiero a la matanza de Acteal, a los constantes levantamientos zapatistas y por supuesto a Marcos. Marcos, tal cual, sin más, porque no necesita apellidos ni rostro para trascender. Ese personaje emblemático y representante de los zapatistas, la cara y voz de los pueblos. Curioso, la cara de los que se sienten ajenos, es un huidizo con sólo los labios y ojos visibles. Su poder radica justamente en eso, en ver y hablar injusticias y abusos de poder. Aunque “abusos” y “poder” son términos subjetivos y depende de quién lo posea para pensar si justamente favorece nuestros intereses. Pero volviendo a Marcos, me imaginaba su figura como esos héroes nacionales que una vez muertos, echaríamos de menos su presencia, como ese anti héroe que finalmente colocaríamos en las efemérides.
Quizá visión polarizada, correspondiente con lo que aprendí en periódicos, publicacionsuchas, papel, en fin como “Machetearte” y en eventos rememorando el 2 de octubre en la Plaza de las tres culturas atrás de Tlatelolco, en la Ciudad de México. No entiendo aún la relación pero los zapatistas siguen defendiendo todavía a los estudiantes caídos, quizá más como ejemplos de represiones que por las mismas causas ideológicas.
En fin, la tierra que conocía era esa, la del anti héroe levantista y sobreviviente sureño, que intenta hacer de Chiapas su propio Estado. Así que después de un día en Tuxtla, Paty y yo, fuimos, adentrándonos en la selva.
Recorrimos en dos horas el Cañón del Sumidero, viendo cocodrilos, changos y hombres sobre lanchas recogiendo la superficie cubierta de basura; meses antes de que fuera cerrado por obras de preservación. Miles de embarcaciones transportan diario a turistas a lo largo del río, con sus lanchas viejas goteando petróleo con cada girar de hélices.
Por la noche, entramos al frío San Cristóbal. El fuerte viento te inclina a desear el ponche y el pan de yema del mercadito. Las señoras usan faldas de lana negra para aguantar el clima, pero a pesar de esas faldas, hechas a mano y que no se venden a turistas, ellas andan a huaraches sin problema.
El ambiente provincial e íntimo se alterna con las masas de turistas angloparlantes que recorren el zócalo preguntando por sus hoteles, mostrando la llave como único lenguaje común. Sin embargo, al pasar por la iglesia del ex obispo Samuel Ruiz, ya comienzo a sentir el eco de inconformidad que te encaja a ese mundo alejado del comercio. Esos pueblo que han sufrido tanto por tantos año y sin embargo visitamos sin profundizar, por dos o tres días, pero quien sabe de que hablarían si nos detuviéramos a escuchar. Tal vez nos dirían lo que Marcos y Ruiz dicen que piden, quizá a ellos eso ni les interesa discutir.
No demoramos lo necesario y toda la madrugada manejamos hasta Yajalon. Este fue entonces nuestra base, salíamos todos los días a recorrer otras regiones pero a Yajalon regresábamos a dormir.
Un día fuimos a Palenque, subimos y bajamos esas imponentes pirámides, esa maravillosa ciudad con altares y habitaciones, que a pesar del calor y la humedad mantiene las pinturas rojas en sus murales. Después de subir y bajar tres pirámides descubrimos pasajes por atrás en plena selva que comunicaban una pirámide con otra. Aun con el asfixiante calor caminamos por todo Palenque, incluso encontramos esas ruinas que dicen los historiadores, eran casas. Dentro de la selva, que aun no es el centro de la Lacandona, escuchamos un rugido, algo así como de un jaguar muy cercano a nosotras. Tiesas y cuidados salimos de la selva cerca de un río, donde el cuidador nos dijo sin inquietud que era el grito de un chango; los jaguares están escondidos más adentro. Ya cerca de la hora de comida encontramos un señor que nos llevaba en su coche a las Cascadas de Aguazul, como el camino es de una hora y media Guadalupe nos contó de su profesión. Él, no toda su vida había hecho viajes, antes trabajaba para el ejército como espía, con los zapatistas, así escuche nombrar por primera vez el litigioso pueblo de Guadalupe Yaxchilán. Guadalupe, el señor, se había jugado la vida durante meses entre los zapatistas y el ejército mexicano. Como la mayoría de las personas de la región, hablaba tzotzil, lengua que la gente considera segura. Su suerte se acabo cuando un compañero del partido lo vio salir del cuartel. No pudo ni volver al partido ni al cuartel; salió del pueblo y ahora con su camioneta Urban llevaba turistas de Palenque a Aguazul. Fue tan amable que intentó ahorrarnos dinero en la entrada de las cascadas. Es decir, si eres nativo de la región el precio es diferente a si viajas con cara de turista, además de los retenes cada 100 metros donde voluntariamente tienes que cooperar o no puedes avanzar. Guadalupe, insistió en tzotzil que éramos de un pueblo cercano, rogando porque no abriéramos la boca con nuestro insoportable español.
Nunca había sentido la presión corporal de la humedad como en esa ocasión, tomé cinco litros de agua en dos horas. Craso error en una reserva sin baños públicos. Estuvimos toda la tarde hasta que comenzó a llover y por seguridad nos sacaron. Si la corriente agarra fuerza, es más probable que te arrastre a la zona de las cascadas más peligrosas.
Al salir, ya en la carretera, un letrero espectacular negro no puede ser más claro en sus consignas “Territorio zapatista, donde el pueblo manda y el gobierno obedece” Quizá ese ambiente inhóspito explicaba la ausencia de transporte. Esperamos junto con una pareja a que pasara un camión, que nos llevaría al siguiente pueblo para así de pueblo en pueblo regresar a Yajalón o al menos, acercarnos a Ocosingo. La pareja nos dijo que allí ningún camión o combi paraba; nos lo dijeron justo antes de que un Jetta los subiera. Así que sin dudarlo empezamos a pedir aventón, el siguiente que se paro fue una camioneta pick-up doble cabina que iba hasta Tonalá. Los señores recorrían durante todo el año la costa de Oaxaca a Chiapas fumigando los pueblos, está vez en emergencia venían de Misol-Ha.
El nombre de Guadalupe Yaxchilán ya giraba en mi cabeza y sin más recato sobre esta ciudad ambivalente les pregunte sobre ella. El chofer nos contó que durante años entraron a fumigarles, hasta el día que les prohibieron la entrada los zapatistas. Según el, dentro del pueblo hay un helipuerto y maestros españoles para los niños. Son muy cultos y tienen dinero pero a costa de vender la patria. Existen unas ruinas que bajo el emblema de que el gobierno no posee esas tierras, el INAH (Instituto Nacional de Antropología e Historia) no puede entrar, así que ellos hacen uso de esos vestigios. Venden las piezas a coleccionistas gringos o cualquiera que tenga el dinero que desean. El instituto ha intentado explorarlas pero si el ejército no puede entrar, que espera una decena de historiadores.
Ya en la encrucijada para entrar a Yajalon, pasamos por pueblos con nombres sugerentes como Cítala y Túmbala. José, un amigo del pueblo nutrió nuestra curiosidad esa noche cuando nos contó más historias sobre el misterioso pueblo de Guadalupe. Pepe, es decir José, es comerciante de piedras, entra a los pueblos a comprarlas y las vende en San Cristóbal o dónde haya un pedido. Así entró a Guadalupe un par de veces, dice que rara vez muestran su cara, nunca ofrecen su amistad y las fotos están prohibidas. Sobra decir que ningún no hablante de tzotzil pueda entrar.
Incluso llegó a más, nos contó cuando los zapatistas comenzaron a atacar pueblos vecinos a Yajalon. Entran y como masa independentista de Hidalgo, saquean las casas en busca comida, y bienes, toman el zócalo y sitian la ciudad durante semanas. El miedo de los pueblos vecinos facilita la toma del siguiente pueblo y así avanzan como marabunta. Afortunadamente consiguieron suficientes abastos antes de llegar hasta Yajalón, pero el nombrarlos como buenos o defensores de los derechos demuestra tu ignorancia. Simplemente para ellos, es un término peyorativo, zapatista es un ladrón.
Yajalón aún con sus encantos sólo me impulsaba a ir más allá a llegar hasta Guatemala. Desafortunadamente tuvimos que regresar, tomamos el camión a Ocosingo y de ahí a Villahermosa. La carretera, paralela a las vías del tren me enseñó a los maras por primera vez. Viajaban sobre el techo o agarrados sobre las escaleras de un tren comercial, todos jóvenes con playeras blancas y muchos tatuajes. Pepe me dijo que esas vías vienen desde Guatemala. Eran decenas de hombres sobre muchos vagones, quizá viajan diario quizá a veces más.
Ya en México no volví a defender la declaración de la selva Lacandona, sobra decir que nunca volví a ir a mitin en Tlatelolco, pero Chiapas seguía siendo para mí, ese camaleón indescifrable. Meses después se me presentó una nueva aventura de regresar a ese lugar ecléctico, la tomé.
En la segunda vuelta a Chiapas llegué hasta San Juan Chamula y Zinacantán. San Juan Chamula parece una región aparte, a media hora de climas cálidos y asfixiantes, está esa montaña colorida. Gris por la neblina, blanca por la lana y arco iris por sus playeras. Entramos a la iglesia de San Juan Chamula, una iglesia obscura y tan distinta. Sólo se me ocurre sincretismo para entender sus costumbres, no ostentan altar ni bancas sino heno en el suelo, la gente, sentada sobre sus rodillas lleva refrescos y gallinas dentro de la Iglesia. Los chamanes que sanan entre veladoras, lirios y santos tienen dos curaciones básicas: Si tu mal es pasajero toma refresco, si eructas se te sale el espíritu malo, sino al menos pide un deseo. Pero existen niveles de enfermedad y así mismo si corres grave riesgo, es decir una enfermedad terminal, tendrás que llevar una gallina, si al jalarle la cabeza esta muere sin sangrar es muy probable que sanes, si en cambio ésta sangra, no hay mucha esperanza. Estas tradiciones explicadas gracias a Manuel, un niño del pueblo que se gana 10 pesos llevando a turistas dentro del templo y dentro de sus creencias.
Zinacantán es otro pueblo azul, las mujeres y los hombres usan siempre, cual uniforme un chal azul turquesa. En este zócalo cerca del kiosco, es donde unas niñas me dejaron tomarme una foto con ellas, cobrándome 10 pesos cada una. Se vende, se prostituye la imagen del indígena, lo que para nosotros es novedad y folklore, para ellos es cotidianeidad pero ante la reacción de los ojos externos es la oportunidad no de introducirlo porque son cerrados sino de sacar beneficio a esa extrañeza, a esa alteridad y ese mundo paralelo que vive bajo la misma bandera. Las niñas entienden su diferencia pero encuentran oportunidad en esta, así de obtener unos pesos como de mostrarse. Sin embargo la culpa es también de nosotros, tanto mía como de todos los turistas que pagan por llevarse como recuerdo, una foto de esa extrañeza, un trozo de la realidad, no para reconocerlo como una pieza de nuestra identidad, sino como una muestra de microscopio digna de observar y desmenuzar. No hay remedio, lo ajeno es siempre explotable, utilizable y negociable a nuestros intereses.
Meses después me di cuenta que esas niñas vivían en las escaleras del kiosco o al menos allí obtenían mas dinero y visibilidad. En una exposición en México, organizada por la UNICEF, exhibida en las puertas de Chapultepec, encontré fotos de niños amish, de niños jarochos, regios y de nuevo la mirada de esas cuatro niñas con sus mismos chales azules, en la misma posición que mi foto con ellas en Zinacantán.

miércoles, 25 de noviembre de 2009

Eco

- La habitación está obscura y la cama esta hecha.
- Si, aunque mi tío está acostado desde hace meses.
Es que no entiende el estudiante, el cuarto está ocupado pero mes con mes viene a preguntar: ¿No piensa que ya es hora de darlo en alquiler?
- Pero como voy a rentar un cuarto, donde ya vive alguien- respondo automáticamente.
- No habla, no se mueve ¿cree que aún siga ahí?
- Mi padre lo cuida y yo lo visito en las tardes
- Pero si el cuarto se siente frío, es hora de rentarlo- insiste
- Venga el próximo mes o búsquese otro lugar
- Me gusta este, es chiquito y privado, cerca de mi escuela, pero ya es hora - se da la vuelta.
Su cuerpo esta allí, como puede él negarlo, lleva meses allí, sin hacer más que estar recostado. Ese es su cuarto, él nos necesita y para mi es costumbre verlo.

Mariana Torres

martes, 24 de noviembre de 2009

La trampa de la estación

La trampa de la estación

Por Ara Arañita

 

Desde las calles de Pankow no se ve el Siegesäule, ni el Potsdamer Platz con el moderno Sony Center. Incluso la estación de trenes y metro “Bahnhof Zoo“, famosa por el libro de Christianne F. y la película para la cual David Bowie compuso su éxito heroes, están demasiado lejos. Desde el auto, un compacto de la VW pintado por segunda vez, sólo veía locales cerrados, edificios simples, muy  planos y angulosos. Mis anfitriones sonreían desde la parte delantera. Gefällt dir?  Apareció ante mí una especie de infonavit primermundista, con edificios del mismo tamaño, recién pintados (todos de un amarillo claro muy armonioso), sin personas ni basura, con árboles todavía sin hojas a pesar de que ya estábamos a finales de abril. Gefällt dir?

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Bajamos del avión para entrar al aeropuerto más triste (hiperbólico): Domodédovo. Frío por dentro, muchas personas y todas parecían enojadas, no tristes, enojadas. Entendí la expresión de cara de pocos amigos. Un señor algo calvo y sonriente con un letrero que decía ALONSO me señaló y señaló el letrero, ¿Alonsa? Alonso, el coordinador de nuestro grupo. Después, dos horas en una camioneta a través de senderos de asfalto; desde la ventana sólo se veían árboles. El primer indicio de la capital fue la aparición de edificios altísimos pero nada elegantes como los rascacielos de las ciudades norteamericanas, sino monstruos sucios, rodeados de grúas y basura, con casi nada a su alrededor. Avanzando más, llegamos a un edificio aprisionado por una reja negra y algo oxidada, pero alargado hacia el cielo, gris (como todo a su alrededor): The Academy of labour and social relations, Moscow.

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La escuela era el Rosa Luxemburg Gymnasium, la que estaba más hacia el norte era la Karl Ossietsky y el parque enfrente de la estación del metro Pankow era el Garbaty Platz. La avenida que llegaba hasta la puerta de Frankurt, la avenida Karl Marx. En el año 2005, poco después de la muerte del Papa, se hizo una propuesta para cambiarle el nombre a dicha avenida por el de avenida Johannes Paul der Zweite (Juan Pablo II): los berlineses se negaron. O al menos se negaron los que yo conocía. Michael Förster y Dorit Eschner tendrían unos cuarenta y tantos, eran una pareja todavía enamorada, ella enérgica profesora de biología, el ex militar y desempleado. Contaban que desde su antiguo departamento se podía ver el muro, y la caída había sido todo un acontecimiento. Me mostraron la primera sex shop del Berlín oriental, Carlos Depot, ahora un local grafiteado y abandonado. A primera vista eran una familia alemana, simplemente. Pero, ¿cómo definir una familia alemana? Y con mayor razón, llegando a Berlín yo esperaba encontrarme en la gran ciudad, en el Berlín de Wings of desire, el de Marlene Dietrich, el de la televisión; sin embargo, lo que me rodeaba era una realidad totalmente inesperada. La oferta de idiomas en el Rosa Luxemburg Gymnasium era de español, francés, inglés, ruso, checo y polaco, y no es precisamente que Berlín esté cerca de Rusia. Ese fue el Berlín que me embriagó, que me sedujo, un lugar que supuestamente hace casi veinte años ya dejó de existir pero que sigue, más fuerte. En las tiendas rusas, en los puestos junto al muro, al checkpoint Charlie y al Rotes Rathaus, donde no se veía ni un solo recuerdo alemán: todas eran artesanías rusas, pasaportes antiguos de la DDR y gorros del ejército rojo.

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¿Por qué quiere usted aprender serbio? ¡Ese es un idioma insignificante, lo hablan sólo en ese pequeño país. ¡Mejor aprenda ruso: en la gran Rusia todos lo hablan, es un idioma enorme, importante, que sí le va a servir! Nina Vasiliovna Khorosheva era una mujer de más de sesenta, enérgica y exagerada que hablaba un perfecto español, a pesar de que su única salida fuera de la gran Rusia había sido una vez a Ucrania. Nina sabía de memoria la historia de todas las iglesias de Moscú, de sus parques, de los museos, de los íconos. Ya abuela, caminaba y caminaba, sonreía cuando hablaba con nosotros pero al entablar conversación con algún paisano cambiaba el rostro, parecía gritar y regañar. A pesar de su gran amor a la patria, estaba casada con un estadounidense.

Vladimir Fiodorovich Kotelnikov era el director del programa de tandem. Casado con una coreana, aprendía coreano y era una de las pocas personas que hablaban inglés –aunque, a pesar de ello, muchas veces no lográbamos entendernos-. Para entender a un ruso hay que pensar en la hipérbole: por las mañanas, el Señor Kotelnikov (o Vladimir Fiodorovich, si queríamos llamarlo por su nombre de pila) hacía sus deberes administrativos como Dios manda, y en los momentos de ocio se dedicaba a beber también como Dios manda (o al menos el Dios de los rusos);el día de la clausura del programa, después de dar por terminada la fiesta, recibimos una amable invitación to my office, to drink more.

La hipérbole: las estaciones centrales de metro moscovita son quizás las más hermosas del mundo, con sus bóvedas, candelabros y vitrales. En las estaciones más lejanas como Prospekt Vernadskogo, en la zona donde vivíamos, el metro era un gran rectángulo entre gris y azul claro, sucio, casi abandonado, como una gran caja de zapatos donde acomodar a los 2600 millones de personas que lo abordan cada año. Pensar en un metro lleno para los latinoamericanos quizás siempre remita a mucha gente, vendedores ambulantes y sus memorizadas letanías, ruido, empujones, risas y música: en el metro de Moscú la gente no habla, no se ríe ni grita, todos van como en un organizado desfile, desde lejos se ve la masa silenciosa que se mueve, como en procesión muda.

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Los berlineses tienen un propio dialecto, Berliner, uno de los menos conocidos del alemán si lo comparamos por ejemplo con el Bayerisch o el Kölsch.  Sandra, una grafitera profesional de 38 años, lesbiana, tenía un acento terrible. Aún después de varios meses de convivencia juntas me era imposible entenderle; ella, gran amiga de Dorit y Michael, usaba sólo su bicicleta y rara vez se subía al U-Bahn o S-Bahn berlineses, los trenes subterráneos y elevados que cruzan la ciudad por completo, la rodean y la atraviesan. Las líneas del metro subterráneo eran la única manera en la que Michael iba hacia Berlín Occidental a su antiguo trabajo hacía un par de años, desde su casa hasta las cercanías del estadio: otra ciudad, sin gigantescos multifamiliares, sin calles con nombres soviéticos, con más autos, menos bicicletas. La misma línea naranja que transportaba a Michael Förster es una de las que atraviesan los polos de las dos ciudades, pasando (¡finalmente!) por la Bahnhof Zoo de las películas y los adolescentes junkies de los 70’s.

            El Spree, río de la ciudad, ofrece paseos muy turísticos y occidentales en bote para recorrerlo y disfrutar de la ciudad desde la calma de sus aguas, inmutables. El embarcadero estaba localizado en algún punto más allá de la puerta de Brandemburgo, por lo cual Michael y Dorit, siempre previsores, tuvieron que llevar un mapa de la ciudad. A pesar del mapa nos perdimos, perdidos en la ciudad que vio nacer y crecer a los abuelos y padres de la pareja alemana, y aun a ellos mismos, la ciudad donde sus hijos Lisa y Niklas nacieron y van a la escuela. La ciudad que no han dejado ni para estudiar fuera: perdidos. Michael gritaba y maldecía, dando de vueltas por calles parecidas a fotos del centro de Ámsterdam, con casas originales, de distintos colores y grandes jardines. Algo imposible en el este de Berlín, morada de los Ossies, berlineses de cepa. En Hellersdorf y Hönow, lugares en las últimas estaciones de la línea café del U-Bahn que llega a la frontera este de la ciudad, existe un fuerte problema de neo-nazis; cada año tiene lugar en el parque de Hellersdorf el festival anti nazi, con la presencia tanto de inmigrantes como de berlineses hartos de la hipérbole de sus conciudadanos, hartos de seguir odiando al resto.

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Oficially, you can not drink in the academy. Extra- oficially, you can drink. La sabia voz de Mr. Kotelnikov nos indicaba cómo comportarnos. Todo es posible aunque no lo parezca. Recuerdo la primera noche que compramos un par de cervezas para llevarlas al dormitorio, estaba temerosa porque no quería problemas con los policías de la entrada, pero cual no fue mi sorpresa al llegar y verlos ebrios viendo el fútbol, muy animados, incluso respondiendo con un Zdravstvuite! sin la habitual mala cara. Y es que en Moscú hay que cuidarse, pues el ánimo de sus habitantes cambia según las actividades del día. El mismo policía que malhumorado nos abrió la puerta un día en la madrugada, regaló a mi amiga vodka y chocolate, la cargó y le recitó poemas de Pushkin por la noche.

¿Por qué las caras largas en todas partes? La explicación la obtuve de Ilya Sergeyevich Yatzin, un moscovita de veintiún años quien me explicó que en épocas de Stalin todos tenían miedo de decir algo que no debían y de hablar con las personas desconocidas, pues cualquiera podía ser un espía; y abrir la boca frente a alguien de las fuerzas del Estado significaba pérdida del trabajo, cárcel, muerte o una condena en el lager.

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Algo parecido a lo temido por los rusos le sucedió al abuelo de Deborah K, la mejor amiga de Lisa Förster, hija de Michael y Dorit, con quienes yo vivía. El abuelo de Deborah era profesor en el bachillerato, y durante alguna conversación se le escapó una leve crítica al sistema, por lo cual fue inmediatamente despedido y tuvo que buscar algún oficio en el cual ganaba mucho menos. Cuando su hija Karin, madre de Deborah, quiso entrar a la universidad, fue imposible. Ella y su hija vivían en un multifamiliar blanco grisáceo cerca de la estación Vinetastrasse, en Pankow. Por la misma línea naranja se llegaba al centro, al Alexanderplatz, el único lugar de Ost-Berlin donde el gobierno parecía haber puesto especial cuidado (pues todo se ve casi igual de bonito y pintoresco que cualquier capital de Europa occidental) con sus módulos de turismo modernísimos, muchos edificios antiguos muy bien cuidados (casi todos reconstruidos), peatones, orden, algunos cafés al aire libre, la mundialmente famosa Isla de los Museos, y todo este paseo de guía por la avenida Unter den Linden coronado con la Puerta de Brandemburgo, majestuosa y estéril. Al atravesarla, ni nos damos cuenta, no hay ya una diferencia, pues caminando un poco llegamos al Sony Center y caminando más al Siegesäule. Caminando más llegamos hasta el Ku’ damm, una gigantesca avenida de tres kilómetros de tiendas y tiendas, desde Nike hasta pequeños locales donde encontramos recuerdos de la ciudad: finalmente llegamos al Berlín que el cine y las noticias nos han prometido siempre. El Berlín que ni Michael ni Dorit conocen. Y tampoco sus hijos.

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Al final de los viajes el cielo es el mismo, desde Moscú o desde Berlín. Y una parte de Nina y de Vladimir existe en Michael y Dorit: a pesar de que la pareja alemana no conoce a los profesores rusos, tiene mucho más en común con ellos que cualquier habitante de Hannover, Frankfurt o incluso cualquier berlinés que haya vivido dos calles más allá de la puerta de Brandemburgo (en su otra ciudad). Los puentes, los canales, los colores, no son oriundos ni de Pankow ni de Hönow, mucho menos de Moscú. Así como en El guardagujas de Arreola hay estaciones construidas en medio de la selva que llevan el nombre de alguna ciudad importante, pero son como decoraciones teatrales, con personas falsas llenas de aserrín para engañar al viajero, así es la Plaza Roja y el centro de Moscú, así es el Alexanderplatz, el Reichstag (cubierto de tela en alguna ocasión por Cristo) y la altísima torre de televisión; si los pasajeros se bajan y caminan un poco más, descubrirán la trampa: están en medio de la selva.